Portadores de conocimientos

UNA MONA BIEN MONA

Cuenta la historia, esa no oficial y que va de boca a oreja, traspasando los años, que en el cerro La Mona ha vivido dejenaante una mujer que caprichosamente aparece según le viene a bien. ¿Y para qué lo hace? Va tras encantar incautos temerarios para, en caso de llegar a cumplir sus deseos, ha cerlos felices y ricos.

Son leyendas que hacen terroríficamente atractivo al cerro. Y sigue así: del cerro salía una voz melodiosa que fascinaba con hermosas canciones. Nadie se atrevía a buscar el origen. Unos decían que habían visto de lejos a una mujer joven y bonita que desaparecía al sentirse observada.

Eso fue hasta que un valiente, de los que nunca faltan, decidió ir más allá hasta dar con la mujer de piel blanca, ojos azules, pelo largo y lacio que le cubría la espalda, sentada sobre una roca.

Mientras cantaba, peinaba su cabellera con una peineta de oro. El hombre se paró frente a ella y la bella mujer, con voz cautivante, dijo: “¿quieres la peineta o la peinilla”. La peineta, respondió el intruso.

La mujer se puso a llorar y desapareció. Durante varias noches, el hombre regresó al cerro, pero de ella no encontró ningún rastro.

Pasó un año y una noche volvió a escuchar la voz. Corrió hacia el sitio de la piedra y allí la encontró. La mujer le dijo que sabía que era valiente y que lo ayudaría a ser rico y feliz, pero haciendo lo que ella le iba a ordenar.

Cuando las campanas de la iglesia anunciaran las doce, él debía retornar con una soga y debía buscarla. El hombre volvió y ella dispuso que la atara, la cargara y que durante el trayecto ignorara las cosas horribles que iba a ver, porque todo era parte del hechizo que intentaría impedir que se cumplan sus deseos.

El hombre empezó a caminar y a su paso las piedras se convertían en fieras salvajes. De pronto, un silbido de culebras lo hizo detener. El terror se apoderó de él y soltó a la mujer. Se escuchó un hondo gemido y una voz que le gritaba: “cobarde”. Hubo una conversión frenética de serpientes y otros animales y la mujer desapareció de la escena.

Cuentan que aquella voz no lo dejó vivir tranquilo. Un día lo hallaron muerto junto a la piedra grande que hasta ahora existe. No se ha vuelto a escuchar el canto.

Es uno de los misterios que ronda a La Mona, recurso natural, ancestral y turístico que debe ser respetado y protegido, como la dama que es. Y aquel que ose ensuciarla y destruirla, estará expuesto a escuchar la voz de la mujer de la roca, que le cantará, encantará y espantará para siempre. Es parte del encanto de este cerro, ubicado al sur de Jipijapa. Habrá que preguntarle a un geólogo hace cuántos miles de años se formó.

Debieron pasar por allí, alguna vez, los antiguos pobladores y hoy a los jipijapenses y visitantes que llegan hasta el lugar les sirve de mirador. Cuando el día está despejado, es posible observar desde arriba el perfil completo de la Sultana del café.

Quienes suben al cerro se deleitan con la naturaleza, disfrutan un mejor aire y sin duda gozan de gran estado físico porque llegar hasta arriba demanda mucho esfuerzo. Ufff.

Y si de la mujer del cuento no se sabe más, sí les puedo contar de otra, que encanta a quienes la conocen y la pueden encontrar en la finca Adela, de los esposos Pionce Parrales, situada a 10 minutos del cerro.

Ahí se expenden delicias gastronómicas. La oferta es amplia y cada opción es de competencia (o de maravilla): colonche, tonga de gallina o mixta de gallina y chancho, caldo y seco de gallina, caldo de bolas o de pata, seco de pato, hor nado de chancho, tortillas de maíz con queso o chicharrón, greñoso, bollos. Pueden ser servidas en el mismo lugar o llevadas por encargo a la icónica elevación.

Surgen de las manos maravillosas de Adelita Parrales. No le hemos oído cantar, pero sus platos son una sinfonía del bien hacer de la comida.

El principal admirador que tiene es su esposo, don Jaime Pionce, quien asegura que lo único que no quisiera recibir de esas manos es una buena bofetada.

Él es, hiperbólicamente, el gerente auto nombrado del cerro y se convierte en guía, enfermero y hasta consejero y contador de historias para quienes hasta allá suben. Aspira en algún momento organizar un paquete turístico que incluya otros atractivos naturales del sector.

Que ese sueño se cumpla podrá volver realidad que el hechizo del cerro se propague para que su magia, la de Adela o de la misteriosa mujer nos llegue. ¿Cuál preferirá?

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